SEMANA NUEVE. 4º

¡BUENOS DÍAS CHICOS/AS! ¿Qué tal estáis? Espero que muy bien.

Estas últimas semanas hemos estado hablando de la Eucaristía. La Eucaristía es aquel Sacramento que Jesús instituyó la noche que lo cogieron preso, para juzgarlo y matarlo. Dijimos que en el pan poníamos aquellas cosas buenas por las que damos gracias y en el vino aquellas no tan buenas.
Lo que Jesús hizo cuando murió fue sacrificarse, es decir, hizo algo que no quería por amor a nosotros, para que después de ello hubiera una consecuencia positiva (Resucitó).

Pero, hacer un sacrificio no implica sólo el acto de dar tu vida por alguien. Sacrificarse es al fin y al cabo hacer algo que no te gusta o que es difícil para ti y que luego tenga una consecuencia positiva.

El valor del sacrificio consiste en realizar un comportamiento que requiere un esfuerzo extraordinario, que cuesta trabajo y no apetece, pero que se hace por obligación o para ayudar a los demás. La Biblia propone estos sacrificios: “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Carta a los Hebreos 13,16) 

Nosotros también podemos hacer un sacrificio en nuestro día a día que al realizarlos nos hacen ser mejor persona. Piensa qué esfuerzo puedes hacer cada día de la semana y completa una tabla como esta: